jueves, 18 de marzo de 2010

LUGARES PARA SUSURRAR AL OÍDO: RAROTONGA


En la década de los noventa, conseguir un billete de avión, que te situase en mitad del Pacífico, en este caso las Islas Cook, no era algo prohibitivo, siempre y cuando siguieses unas reglas precisas. Así por ejemplo,los viajes que más se ofertaban eran los de la Polinesia francesa.( Estancias de dos semanas por medio millón de las antiguas pesetas, ocultando detalles importantes como cruzar la linea internacional del tiempo, de cuyo desajuste tardabas dos días en recuperarte y de repente descubrir que se consumían otros cuatro en los viajes. Le sumamos el resort de turno con todo pensado para que vayas dejando un rastro muy marcado de dólares en cualquier actividad que resulta ser siempre optativa y sólo te quedaba el exotismo del lugar como excusa a tal dispendio.

Mi billete por libre, marcó otro derrotero: fue Madrid, Los Ángeles, Honolulu, Rarotonga y desde allí sobre la marcha Aitutaki y finalmente sin conseguirlo el atolón de Puka-Puka. Era obligatorio presentar en el destino de origen, el billete de vuelta, lo que siempre es una señal inequívoca de que te gustaría quedar más de lo permitido. La primera estrategia era poner la dirección falsa de un Hotel en el visado que se presentaba en la aduana para control de los viajeros,pero sin caer en palpitaciones, porque la fortuna, aunque a veces se haga esperar, juega siempre a tu favor, y allí apareció como por magia, Aunt Tiry, una encantadora y vital anciana que de vez en cuando, se daba una vuelta por el aeropuerto para ver si podía " invitar a su casa " a algún viajero despistado, sin alojamiento. En este punto se disparan las diferencias de mi viaje con los típicos alemanes, ingleses o americanos que rápidamente pasaban del mostrador de recogida de equipajes del Aeropuerto de Avarua, a los cristales tintados de un autocar y desaparecían para siempre.
La hospitalidad del pueblo maorí es sagrada y lo mejor que puedes hacer es quitarte el reloj y disfrutar del encanto de alguien que hacía tan sólo unos minutos no sabías de su existencia y ahora desinteresadamente, te enseñaba gustosa la ciudad e incluso te invitaba a tomar un café, sin ninguna prisa, sin pensar en las maletas o el cansancio, o las ansias por conocer el alojamiento de su propia casa, que resultó ser un encantador rincón en medio de un bosque tropical.
Ella me abrió algo más que la puerta de su casa, me enseñó los sitios dónde comprar las mejores frutas, o los pescadores que te vendían los pargos recién capturados. Me enseñó a participar de la vida comunitaria asistiendo los domingos a sus cantos polifónicos en las iglesias, siempre en lugar preferente, pues el sacerdote nos daba la bienvenida a los poquísimos extranjeros que allí estábamos, entre una multitud de sombreros llenos de flores y de vestidos multicolores, en contraste con el negro azabache de las onduladas cabelleras de las mujeres.¿ Dónde estaban mis compañeros de avión, tan presurosos?
LLegas a sentir cómo se dilata el tiempo. El placer de caminar entre palmeras pisando la arena blanquecina de coral de los caminos entre las aldeas, persiguiendo saludos de sonrisas y mariposas. Tan sólo un autobús público ceñía la isla recorriéndola en su periferia, parándose en cualquier lugar que le indicases al conductor, por lo que el concepto de retraso no tenía sentido. En el billete las únicas palabras en inglés estaban en mayúsculas, ocupando su parte inferior: KEEP YOUR SMILE. Todo un mensaje.
Esta ensoñación llegó a su punto culminante cuando una mujer me dijo chapurreando el inglés, un día perdido en una de las innumerables playas de Aitutaki, ¿para qué necesito el dinero, señor? puedes comer mangos, cocos, papayas y plátanos sin que nadie te lo impida ( lo que era verdad, yo mismo lo hacía ),el mar está lleno de peces y metiéndose en el agua entre sus manos sacó en un momento y sin moverse de la orilla, un reluciente puñado de almejas...
Quiero terminar este apunte con un par de detalles: yo estuve 32 días y el viaje me costó 170.000 pts ( hoy seguimos en la Polinesia francesa, las mismas dos misarables semanas y los precios varían según el resort que elijamos, pero no bajan de los cinco mil euros ).
Quise volar hasta Puka-Puka un remoto atolón donde se encuentran las mejores madreperlas que por la química del agua excretan nácar negro. La mafia italiana tenía comprados con un año de antelación, todos los billetes del único avión que salía semanalmente, para controlar a sus anchas el negocio de las perlas negras. El avión hacía el recorrido de ida y vuelta, siempre vacío.
Si quieres soñar, imagima 15 atolones de 240km2 dispersos en una superficie dos veces la de España y esas son las Islas Cook.
JA Casar

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