miércoles, 10 de marzo de 2010

LA LUZ DE MAFASCA


A veces recordando experiencias del pasado, quizás el tiempo transcurrido erosione o distorsione cualquier vivencia, pero algunas permanecen adheridas en lo más profundo de tu ser, como una costra atemporal y se resisten a desaparecer.
De mi paso como profesor por Fuerteventura guardo multitud de esos instantes que justifican muchas decisiones. Pensar en ellos es como echar una "tanza " al mar de los recuerdos y sacarla siempre rebosante. Unas veces son sólo ecos de espumas en los lajales de la Isla de Lobos que conservan el gustillo tan personal que le daba al arroz con lapas el Sr. Antonio que siempre se alegraba de que le hiciésemos una visita en barca.
Otros son el viento, la calima y esas playas sin fin del Cofete en la península de Jandía y los volcanes derrumbados por el tiempo que falsamente parecen que siempre fueron inofensivos y nunca ensombrecieron el cielo ni calcinaron la tierra con sus coladas.
Y entonces aparece algo distinto y extraño, una noche en que acompañaba a un grupo de "majoreros" a levantar unas redes en Majanicho, al detenernos en medio de esa soledad absoluta del campo circundante,apenas a las fueras de la localidad de Corralejo, una luz pequeña pero intensa nos envolvió de repente y empezó a girar a nuestro alredcedor para desaparecer a continuación, de la misma manera, sin dejar rastro, dejándonos de nuevo en medio de la soledad del entorno. Fue entonces cuando por primera vez escuché su nombre " la Luz de Mafasca " y aquella gente tan dicharachera empezó a sentir miedo, a hablar de almas en pena y a recordar otros encuentros con gentes de ellos conocidos. Nadie se atrevió a seguir adelante y todos echamos a correr buscando la protección de otros seres humanos.
Aquella experiencia no se repitió nunca más y pensando en ella muchas veces, bajo toda clase de premisas lógicas, todavía sigo sin explicarme su vertiginoso movimiento, cuando no hacía aire y todos estuvimos quietos, paralizados por la sorpresa, el tiempo que nos acompañó.
Hace poco volví a visitar mi querida isla y la encontré demasiado cambiada: llena de un sinfín de edificios nuevos, mejores carreteras pero más ruidosas, hasta tal punto que creo que no sería posible silbar como hacían antes los pescadores, a las "morenas " para que subiesen a la superficie ya que simplemente, no nos oirían, en estas costas de motos de agua y tablas de windsurf.
Hasta el lugar de los hechos de esta historia,queda ahora, junto a una doble fila de farolas y chalets.A aquel grupo de testigos, nos dispersó la vida y paradojas de ella, bajo uno de aquellos focos, sería ridículo decir a cualquiera que pasase por allí: "Aquí yo vi la Luz de Mafasca".
JA Casar

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