lunes, 8 de marzo de 2010
LEYENDO A KHALIL GIBRÁN
Leer a Khalil Gibrán es ponerse desnudo frente al espejo del alma y contemplarnos como somos, sin asideros de credos que puedan justificar nuestra actitud de hipocresía en la rutina diaria que soportamos.
MUERTOS ESTABAN LOS MÍOS
(Escrito en el exilio, durante el hambre en Siria)
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"PRIMERA GUERRA MUNDIAL"
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Los míos se han ido, pero yo aún existo
Llorándolos en soledad...
Muertos están mis amigos y por su
Muerte mi vida es nada más que un gran
Desastre.
Las colinas de mi país están inmersas
En lágrimas y sangre, pues se han ido los míos
y mis amados, y yo estoy aquí
Viviendo como lo hacía cuando los míos y mis
Amados disfrutaban de la vida y sus
Alegrías, y cuando las colinas de
Mi país estaban benditas y rodeadas
Por la luz del sol.
Los míos murieron de hambre, y aquel que
No pereció de inanición fue despedazado
Por la espada; y aquí estoy yo
En esta tierra distante, vagando
Entre gente feliz que duerme
Sobre lechos mullidos y que sonríe al día,
Y el día les sonríe.
Los míos tuvieron una muerte dolorosa
Y vergonzosa, y aquí estoy yo viviendo en la paz
Y la abundancia... Es esta una gran tragedia
Siempre representada en el escenario de mi
Corazón; a muy pocos les importa presenciar el
Drama, pues los míos son como pájaros
Con las alas rotas que la bandada deja atrás.
Si estuviera hambriento y viviera entre mi
Famélico pueblo, y si fuera perseguido junto con
Mis oprimidos compatriotas, la carga
De estos días negros pesaría menos
Sobre mis desasosegados sueños, y la
Oscuridad de la noche sería menos
Sombría ante mis hundidos ojos y mi
Apesadumbrado corazón y mi alma herida.
Porque aquel que comparte con los suyos
Los pesares y agonías sentirá el
Supremo alivio que sólo el sufrimiento
Y el sacrificio engendran. Y estará
En paz consigo mismo cuando muera,
Inocente junto a sus compañeros inocentes.
Pero no vivo con mi hambriento
Y perseguido pueblo, que camina
En el cortejo de la muerte hacia el
Martirio... Estoy aquí, al otro lado
Del ancho mar, viviendo a la sombra de la
Tranquilidad, y a la luz de la
Paz... Estoy distante de la triste
Arena y de los acongojados, y de nada
Puedo enorgullecerme, ni siquiera de mis propias
Lágrimas.
¿Qué puede hacer un hijo exilado por
Su hambriento pueblo, y de qué vale
Para su pueblo el lamento de un
Poeta ausente?
Si yo fuera una mazorca de maíz plantada en la tierra
De mi país, los niños hambrientos me
Seguirían para alejar con mis granos
La mano de la Muerte de su alma. Si fuera
Un fruto maduro de los jardines de mi país
Las hambrientas mujeres me arrancarían
Para alimentar la vida. Si fuera
Un pájaro volando en el cielo de mi país,
Mis hambrientos hermanos me darían caza y
Con la carne de mi cuerpo alejarían de
Sus cuerpos la sombra de la tumba.
Pero ¡Ay de mí! No soy una mazorca de maíz
Plantada en las llanuras de Siria, ni un
Maduro fruto de los valles del Líbano:
Esta es mi desventura, la muda calamidad
Que me humilla ante mi alma
Y ante los fantasmas de la noche...
Esta es la dolorosa tragedia que atiesa mi lengua
Y maniata mis brazos y me apresa, despojado
de fuerza, acción y voluntad.
Esta es la maldición marcada a fuego
Sobre mi frente
Ante Dios y ante los hombres.
Y a menudo me han dicho:
"La desventura de tu país no es
nada comparada con la calamidad que aqueja
Al Mundo, y las lágrimas y la sangre vertidas
Por tu pueblo no son nada comparadas
con los ríos de sangre y lágrimas
Derramados cada día y cada noche en los
Valles y llanuras de la tierra.
Sí, pero la muerte de los míos es
Una silenciosa acusación; es un crimen
Concebido por la mente de invisibles
Serpientes... Una tragedia sin
Música ni decorados... Y si los míos
Hubieran atacado a los déspotas
Y opresores para morir como rebeldes,
Yo hubiera dicho: "Morir por
La libertad es más noble que vivir a la
Sombra de la débil sumisión, porque
Aquel que abrace a la muerte con la espada
De la Verdad en la mano, se eternizará
En la Eternidad de la Verdad, pues la Vida
Es más débil que la Muerte, y la Muerte
Más débil que la Verdad.
Si mi nación hubiera participado en la guerra
De todas las naciones y hubiera muerto en el
Campo de batalla, yo diría que fue
La rugiente tempestad quien quebró
Con su furia las tiernas ramas; y una
Muerte violenta bajo un cielo de
Tormenta es más noble que morir
Lentamente en los brazos de la senilidad.
Pero no hubo salvación de esas
Fauces... Los míos cayeron
Y lloraron con los sollozantes ángeles.
Si un terremoto hubiera desgarrado
A mi país en dos y la tierra hubiera
Engullido a los míos en su seno,
Yo hubiera dicho: "Una gran ley misteriosa
Ha actuado por voluntad de la fuerza divina,
Y sería una locura si nosotros
Frágiles mortales, intentáramos escudriñar
Sus profundos secretos..."
Pero los míos no murieron en rebeldía;
No los mataron en el campo
De batalla; ni tampoco un terremoto
Destrozó mi país para avasallarlos.
La muerte fue su único salvador, y
El hambre su único menoscabo.
Los míos murieron en la cruz...
Murieron con las manos
Extendidas hacia Oriente y Occidente,
Mientras los despojos de sus ojos
Miraban la oscuridad del
Firmamento... Murieron en silencio.
Pues la humanidad había cerrado sus oídos
A sus gritos. Murieron por no
Favorecer a su enemigo.
Murieron por amar a sus
Vecinos. Murieron por depositar
Su confianza en la humanidad.
Murieron por no oprimir
Al opresor. Murieron
Porque eran las flores
Aplastadas, y no los aplastantes pies.
Murieron porque eran pacíficos.
Perecieron de hambre en una tierra
Rica en leche y miel.
Murieron porque se levantaron
Los monstruos del infierno y destruyeron
Todo lo que crecía en sus campos,
Y devoraron sus últimas reservas...
Murieron porque las víboras y
Los hijos de las víboras escupieron veneno
En el espacio donde los Cedros Sagrados y
Las rosas y el jazmín exhalaban
Su fragancia...
Los míos y los tuyos, Hermano
Sirio, están muertos... ¿Qué se puede
Hacer por los que mueren? Nuestros
Lamentos no paliarán su
Hambre y nuestras lágrimas no saciarán
Su sed; ¿Qué podemos hacer para
Salvarlos de la férreas garras del
Hambre? Hermano mío, la bondad
Que te impele a ofrecer una parte de tu vida
A cualquier ser humano que esté en
Camino de perder su vida, es la única virtud Que te hace digno de la luz del
Día y la paz de la
Noche... Recuerda, hermano mío,
Que la moneda que dejas caer en
La marchita mano que se tiende hacia
Ti es la única cadena de oro que
Enlaza tu rico corazón
Con el amante corazón de Dios.
_
LA VIOLETA AMBICIOSA
_
Había en un bosque solitario una bonita violeta que vivía, satisfecha, entre sus compañeras.
Cierta mañana, alzó su cabeza y vio una rosa que se alzaba, por encima de ella, radiante y orgullosa.
Gimió la violeta diciendo:
-Poca suerte he tenido entre las flores. ¡Humilde es mi destino! Vivo pegada a la tierra y no puedo levantar mi cara hacia el sol como lo hacen las rosas!
Y la Naturaleza la oyó y le dijo a la violeta:
- ¿Qué te ocurre, hijita mía? ¿Las vanas ambiciones se han apoderado de ti?
-Te suplico, oh, Madre Poderosa -dijo la violeta-, que me transformes en rosa, tan siquiera por un día.
-No sabes lo que estás pidiendo -respondió la Naturaleza-. Ignoras los infortunios que se esconden tras la apariencia de las grandezas.
-Transfórmame en una rosa esbelta -insistió la violeta-. Y todo lo que me acontezca será consecuencia de mis propios deseos y aspiraciones.
La Naturaleza extendió su mágica mano y la violeta se transformó en una rosa suntuosa.
Y en la tarde de aquel día, el cielo se oscureció y los vientos y la lluvia devastaron el bosque. Y los árboles y las rosas cayeron abatidas. Solamente las humilde violetas escaparon a la masacre.
Y una de ellas, mirando alrededor de sí, dijo a sus compañeras:
-Mirad, hermanas, lo que la tempestad hizo de las grandes plantas que se levantaban con orgullo e impertinencia. -Nosotros nos apegamos a la tierras-dijo otra-, pero escapamos a la furia de los huracanes.
Y dijo una tercera -Somos pequeñas y humildes, pero las tempestades no pueden con nosotras.
Entonces, la reina de las violetas vio a la rosa que había sido violeta, extendida sobre el suelo, como muerta. Y dijo: -Ved y meditad, hijas mías, sobre la suerte de la violeta ilusionada por sus ambiciones. ¡Que su infortunio les sirva de ejemplo!
Y oyendo esas palabras, la rosa agonizante se estremeció y, apelando a todas sus fuerzas, dijo con voz entrecortada: -Oídme, ignorantes, satisfechas y cobardes. Ayer era como vosotras, humilde y segura. Mas la satisfacción que me protegía también me limitaba. Podía continuar viviendo como vosotras, pegada al suelo, hasta que el invierno me envolviera con su nieve y me llevase hasta el silencio eterno, sin conocer los secretos y las glorias de la vida, más allá de lo que innumerables generaciones de violetas conocieron, desde que hubo violetas en el mundo.
"Pero escuché, en el silencio de la noche; y oí al mundo superior decir a este mundo: "El objetivo de la vida es alcanzar lo que hay más allá de la vida." Pedí, entonces a la Naturaleza -que no es sino la exteriorización de nuestros sueños invisibles- me transformara en una rosa. Y la Naturaleza accedió a mi deseo.
"Viví una hora como rosa. Viví una hora como reina. Y vi el mundo con los ojos de una rosa. Y oí la melodía del éter con los oídos de una rosa. Y acaricié la luz con los pétalos de una rosa. ¿Puede, alguna de vosotras vanagloriarse de tal honra?
"Muero ahora, llevando en el alma lo que el alma de violeta alguna jamás experimentó. Muero sabiendo lo que hay más allá de los horizontes estrechos en que nací. Y este es el objetivo de la vida.
_
LAS LETRAS DE FUEGO
_
Grabad sobre la placa de mi sepulcro:
"Aquí yacen los restos de quien escribió
su nombre en agua". KEATS.
¿Este es el fin de las noches?
¿Así nos extinguimos bajo los pies del destino?
¿Así nos doblegan los siglos y no nos guardan más que un nombre que escriben sobre sus páginas, en agua en vez de tinta?
¿Se apagarán aquellas luces y desaparecerán aquellos amores?
¿Se esfumarán aquellas esperanzas?
¿Destruirá la muerte todo lo que edificamos, o dispersará el viento todo lo que decimos?
¿Y la sombra cubrirá lo que hacemos?
¿Es esta la vida?
¿Es un pasado que se fue y desaparecieron sus restos? Es un presente que corre siguiendo el pasado, o es un futuro misterioso hasta tanto se haga presente o pasado?
¿Desaparecerán todos los placeres de nuestros corazones y todas las tristezas de nuestras almas sin saber su resultado? ¿Así debe ser el hombre, cual espuma de mar que al roce de la ventisca se desvanece y se apaga como si no hubiera existido?
¡No por mi vida! La verdad de la Vida es una vida cuyo principio no está en el pecho y cuyo fin no es el sepulcro. Estos no son más que unos instantes de una vida eterna.
Nuestra vida mundana, como todo lo que contiene, es un sueño a la par del despertar que llamamos la muerte horrorosa. Un sueño, pero todo lo que en él hemos visto y hecho quedará eterno en la perpetuidad de Dios.
La brisa lleva cada sonrisa y cada suspiro de nuestros corazones y guarda el eco de cada beso nacido del amor. Los ángeles cuentan cada lágrima que la aflicción vierte de nuestros ojos; y los espíritus que vagan en el infinito devuelven cada canción que la alegría ha improvisado en nuestras sensibilidades. Allí en el mundo venidero veremos la tristeza y sentiremos las vibraciones de nuestros corazones; allí recordaremos la esencia de nuestra idolatría, que despreciamos ahora, incitados por la desesperación.
El extravío que aquí llamamos debilidad aparecerá mañana como un necesario eslabón para completar la cadena de la vida del hombre.
Los trabajos penosos que no nos compensan, vivirán entre nosotros y publicarán nuestra gloria.
Las desgracias y los infortunios que soportamos serán aureolas de nuestro orgullo.
Eso... y si hubiera sabido Keats, aquel ruiseñor melodioso, que sus canciones aún siguen infundiendo el espíritu
del amor a la belleza en el corazón de los hombres, habría exclamado:
Grabad sobre la placa de mi sepulcro:
"Aquí yacen los restos de quien escribió
su nombre sobre la faz del cielo con letras
de fuego."
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