jueves, 4 de marzo de 2010

LUGARES PARA SUSURRAR AL OÍDO: DAHAB


Para apreciar Dahab, hay que dejar atrás la ciudad de El Cairo, sucia, colapsada a cualquier hora del día por un tráfico ensordecedor y envuelta como una mujer islámica, en un velo grisaceo de contaminación.
Sin embargo, su visita es obligatoria porque continuamente captaremos en nuestras retinas su juego de extremismos: el hacinamiento que hace que la gente viva en los cementerios, los laberintos de su zoco con sus dos caras, el de los turistas artificial y oportunista y el que sólo puedes ver cuando un nativo quiere enseñártelo y en tu nombre, pide permiso a los locales para que puedas estar allí. Si tienes esa suerte verás un mundo auténtico de artesanos trabajando en soportales o en medio de la calle, absortos en sus labores y te percatarás asombrado que te rodea casi el silencio.
El Cairo es una ciudad que agota, por eso te aconsejo que elijas un hotel cerca del aeropuerto, a las afueras de la ciudad, sólo así podrás respirar mejor por las noches aunque la sudoración no te va a abandonar.
Huyendo del sol prueba a tomar un té o un café, en el único restaurante giratorio junto al río. Envuelto en cojines y alfombras, a través de cristales tenuamente tintados y en medio del frío del aire acondicionado, verás por primera vez recortadas en la distancia, la silueta de las pirámides, y descubrirás con horror, que la lengua urbana de la ciudad llega ya hasta sus pies.Tendrás la misma sensación indefinida, que al mirar los gigantescos bustos en diorita de Ramsés en el Museo de Arqueología.
Entonces ya estás preparado para subir a un autocar y partir hacia un punto del Mar Rojo que tampoco está en los folletos turísticos llenos de europeos y peces sonrientes, todos saludando desde balcones de hoteles de lujo los unos y la misma orilla del mar los otros.
No, este es un lugar diferente, un pueblo con su vida marinera y su ropa multicolor,
con sus gentes que también intentarán estafarte vendiéndote cualquier cosa en que tus ojos se hayan detenido una centésima de segundo, pero de otra manera que enseguida te darás cuenta y aprenderás a diferenciar... Al final no sabrás si compras una caracola recién pescada o la sonrisa del niño que te la vende.
Y todos los días participarás de un ritual por el que te sentirás un ser privilegiado: la maravilla de nadar entre cardúmenes de peces tropicales en medio de unas aguas tan transparentes que quieres coger una estrella de mar azul que te parece casi tocar con los dedos y está a más de trenta metros de profundidad. Y si no haces ruido y te dejas mecer entre los corales, llegarán hasta ti cientos de pececillos que te acompañarán sin despegarse mucho tiempo, como si fueses su madre adoptiva... y no querrás salir de ese paraíso nunca, aunque también todos los días te reclama una puesta de sol que mirándola te rompe muchos esquemas preconcebidos.
Recuerda que si eres un viajero y no un turista, este lugar te fascinará.
JA Casar

No hay comentarios:

Publicar un comentario