sábado, 20 de febrero de 2010
Que este hermoso soneto del gran creyente Miguel de Unamuno os ayude a encontraros con el Amor de Cristo:
Tú que callas, Oh Cristo, para oirnos,
oye de nuestos pechos los sollozos,
gemidos de este valle de lágrimas.
Clamamos a Tí, Cristo Jesús, desde la sima
de nuestro abismo de miseria humana.
Ven y ve, mi Señor, mi seno hiede.
Ve como yo a quien quieres adolezco.
Tú eres resurección y luego vida.
Llámame a mi tu amigo como a Lázaro.
Dame, Señor, que cuando al fin salga
de esta noche tenebrosa,
me entre en el claro día que no acaba,
fijos mis ojos en tu blanco cuerpo,
Hijo del Hombre, Humanidad completa,
en la increada Luz que nunca muere.
Mis ojos fijos en tus ojos, Cristo,
mi mirada anegada en Tí, Señor.
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